La noche del sábado 18 de mayo, los cielos de Portugal y España fueron testigos de un impresionante espectáculo astronómico. A las 22:46 UT, un bólido, también conocido como bola de fuego, cruzó el firmamento y fue visible a simple vista en todo el oeste de la península ibérica. ¿Pero qué sabemos del mismo? La astrofísica y divulgadora de la Unidad de Comunicación y Cultura Científica (UC3) del Instituto de Astrofísica de Canarias, Alejandra Goded nos da algunas claves.
Un evento capturado por el Proyecto SMART
El bólido fue registrado por las estaciones de detección del proyecto SMART del Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA), dedicado al seguimiento de estos fenómenos. Según los datos del IAA, el objeto penetró en la atmósfera terrestre a una de 161.000 km/h. Comenzó a arder a una altitud de 122 km y continuó brillando hasta alcanzar los 54 km de altura. Afortunadamente, la atmósfera terrestre actuó como un escudo protector, como suele hacer, consumiendo el objeto antes de que pudiera impactar en la superficie.
La magia de los Bólidos
Los bólidos se caracterizan por su intenso brillo, especialmente en el momento en que explotan en fragmentos más pequeños, liberando gases incandescentes que crean un espectáculo luminoso. Es importante no confundir estos eventos con los meteoritos. Mientras que los meteoritos son fragmentos que logran llegar al suelo, los bólidos son meteoroides de gran tamaño que se desintegran completamente en la atmósfera, sin alcanzar la Tierra.
Origen cometario
Este bólido en particular parece tener origen cometario. Los cometas, en sus órbitas alrededor del Sol, a menudo cruzan la órbita terrestre, dejando tras de sí restos de polvo y rocas. Cuando la Tierra atraviesa estos residuos, los meteoroides resultantes entran en la atmósfera terrestre y se queman debido al rozamiento, creando las estrellas fugaces, meteoros o, en ocasiones, impresionantes bolas de fuego que observamos desde el suelo.
La observación de bólidos es un recordatorio fascinante de los procesos dinámicos y continuos que tienen lugar en nuestro sistema solar. Aunque la mayoría de estos objetos nunca llegan a impactar la Tierra gracias a nuestra atmósfera, su paso nos ofrece una visión efímera y espectacular de los viajes cósmicos de los restos cometarios.