Primero en Marte, luego en la Tierra. Y no una, sino muchas veces, se siguió ese orden. Nos lo cuenta un testigo directo: el astrofísico John Beckman, en su afán por demostrar la utilidad de lo inútil, el oxímoron inherente al estudio del Universo.
Continuación de la entrada “La utilidad de lo inútil. El cometa Ikeya-Seki”, segundo capítulo de la serie “LA UTILIDAD DE LO INÚTIL: Cuando un expresivo ‘oxímoron’ se añade a la Astronomía”.
Finalizada su primera estancia postdoc, John Beckman, actualmente Profesor de Investigación, vinculado Ad Honorem al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), al Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC) y al Departamento de Astrofísica de la Universidad de La Laguna (ULL), obtuvo un puesto de investigador en el Jet Propulsion Laboratory (JPL), del Instituto Tecnológico de California, en Estados Unidos. “El JPL estaba situado en el Arroyo Seco –recuerda- cerca de las montañas al norte de Los Angeles. En el verano sufríamos temperaturas de más de 40ºC. Allí hacíamos espectroscopía de los gases en las atmósferas de los planetas gigantes (Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno).”
El trabajo más interesante de Beckman en el JPL fue colaborar en la preparación de un radiómetro infrarrojo para la sonda Mariner, que sería lanzada por la NASA en 1969 para medir la temperatura de la superficie del planeta Marte. “Aprendí mucho –comenta- sobre las técnicas punteras en detección infrarroja, entonces en sus inicios. La sensibilidad requerida para el cartografiado de Marte y la robustez necesaria para la supervivencia del instrumento ante los rigores del espacio realmente me impresionaron.”
Hoy se obtienen resultados de espectroscopía y fotometría de la Tierra en el infrarrojo con métodos que fueron desarrollados en primer lugar para Marte, como los mapas con la cantidad de CO2 en la troposfera o con la temperatura de la superficie sobre continentes y océanos.
Son miles los ejemplos del uso de la tecnología óptica espacial en el infrarrojo para mejorar nuestro control sobre los ecosistemas terrestres. A Beckman le gusta ilustrar esta aplicación con el estudio de la transpiración de los árboles en un bosque y su relación con la fotosíntesis combinando la información de satélite con datos obtenidos in situ. “Estudios de este tipo –señala- ayudan mucho en la gestión de los bosques, por ejemplo, en las decisiones sobre la densidad óptima de los árboles que se deben plantar, talar, etc.”
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