El esfuerzo en el deporte tiene su recompensa y se colma de medallas; también en el campo de la ciencia, aunque no siempre si se trata de mujeres
Hoy comienza la 15ª edición de los Juegos Paralímpicos en Río de Janeiro, con una participación de 4.350 deportistas (2.700 hombres y 1.650 mujeres) y con retos que conllevan un esfuerzo y compromiso hacia una meta única. Muchos y muchas lograrán subir al podio, como lo hicieron los deportistas españoles en los pasados Juegos Olímpicos, con un total de 17 medallas: ocho para ellos y nueve para ellas. En ciencia también se dan medallas, aunque no es frecuente que las reciban competidoras del sexo femenino. Sí obtuvo una medalla, y de oro, la astrónoma Caroline Herschel hace casi tres siglos, aunque siempre fue eclipsada por el brillo de su hermano. Aun así, ella fue una de las pocas excepciones en la historia de la Astronomía. Afortunadamente, aunque poco a poco, se va reconociendo que tanto mujeres como hombres pueden alcanzar grandes logros científicos.
Caroline L. Herschel nació el 16 de marzo de 1750, en Hannover (Alemania). Hermana del astrónomo y músico William Herschel (1738-1822)– descubridor del planeta Urano y uno de los astrónomos más famosos –, abandonó su profesión de cantante de ópera para dedicarse a las Matemáticas y al estudio del firmamento junto con su hermano. Ambos se centraron en el estudio del Universo: él realizaba las observaciones; ella, los cálculos. Juntos trabajaron en el diseño y construcción de sus propios telescopios.
Considerada la primera mujer científica remunerada, fue la primera astrónoma profesional de la corte del rey Jorge III de Inglaterra, con un salario anual pagado por el monarca como ayudante de su hermano. Halló ocho cometas y elaboró un catálogo de diversos objetos celestes. También, pulía con habilidad los espejos de los telescopios que ambos poseían y construían.
Mientras su hermano William observaba el firmamento, ella anotaba los detalles y realizaba los cálculos, hallaba qué estrellas de referencia debían emplear, preparaba la catalogación de objetos, acumulaba datos para las publicaciones y revisaba las observaciones. De modo que las investigaciones y hallazgos astronómicos eran fruto de una participación conjunta. Los hermanos Herschel llegaron a descubrir 2.500 objetos celestes, entre cúmulos, galaxias y nebulosas. Formaron un equipo de trabajo que les permitió realizar grandes descubrimientos astronómicos y avances científicos en el desarrollo de la construcción de telescopios.
Y por cierto, el Telescopio William Herschel (WHT, por sus siglas en inglés), ubicado en el Observatorio del Roque de los Muchachos, en Garafía (La Palma), recibió su nombre en honor de William. Con un espejo primario de 4,2 metros, y hasta la construcción del Gran Telescopio CANARIAS (GTC) era el mayor de su clase en Europa. Uno de los resultados más destacados obtenidos con este telescopio fue la confirmación del primer candidato a agujero negro, V404 de la constelación del Cisne, o su contribución a la prueba de la expansión acelerada del Universo. El WHT permite desarrollar importantes observaciones astronómicas que abarcan desde longitudes de ondas ópticas hasta el infrarrojo cercano, así como la realización de imágenes y espectros electromagnéticos, con exposiciones profundas para la observación de objetos lejanos, como galaxias débiles.
Caroline descubrió dos cúmulos abiertos en 1783 y observó que existían muchos más en el Universo. El 1 de agosto de 1786, halló su primer cometa, descrito como “el primer cometa femenino”. Le valió el reconocimiento de la comunidad científica y la asignación de un sueldo de 50 libras anuales. Tras este, descubrió siete más. Entre ellos destaca el cometa periódico 35P/Herschel-Rigollet, además de tres nebulosas.
También revisó y ordenó el catálogo de estrellas fijas, Historia Caelestis Britannica, elaborado por el astrónomo John Flamsteed. Así, en el año 1798, envió a la Royal Astronomical Society su “Índice de Observaciones de Estrellas Fijas de Flamsteed”, en el que incorporó una lista de 560 estrellas que habían sido omitidas por el astrónomo británico.
Nebulosas, estrellas binarias, galaxias espirales e irregulares y cúmulos abiertos formarían parte de sus hallazgos que fueron incluidos en el catálogo elaborado por su hermano William. En la actualidad, los objetos de cielo profundo que ella descubrió, figuran en el New General Catalogue. Y alguno de los “Objetos Messier”, como el cúmulo abierto localizado en Hydra, M48, y una de las dos galaxias irregulares satélites de Andrómeda, M110, fueron redescubiertos y registrados correctamente por Caroline.
Tras la muerte de su hermano en 1822, Caroline continuó trabajando en las observaciones astronómicas. Publicó el catálogo de 1.500 Nebulosas descubiertas por ambos y, por ello, en 1828, la Royal Astronomical Society le concedió la Medalla de Oro. A la edad de 85 años, fue nombrada miembro honorario de esta Sociedad, junto con la matemática y astrónoma Mary Somerville. Ambas fueron las primeras mujeres en recibir este título, quedando restringido el ser miembro de pleno derecho por estar vetado a las mujeres.
Años después, fue nombrada miembro honorario de la Academia Real de Irlanda, y en 1846, el rey Federico Guillermo IV de Prusia le otorgó la Medalla de Oro de la Ciencia.
Su trabajo quedó registrado, y su carrera como astrónoma fue reconocida en el ámbito académico y científico. Su nombre también se rememora en el firmamento. Un cráter de la Luna lleva su nombre “Caroline Herschel”, y un asteroide lleva su segundo nombre, “Lucretia”. Esta astrónoma falleció el 9 de enero de 1848, no sin dejarnos un extraordinario legado astronómico.
Inspirada en su dedicación y vocación como astrónoma, la escritora norteamericana Adrienne Rich (1929-2012) le dedicó un poema en 1968 evocando la ciencia que esta mujer logró realizar en el siglo XIX. Este fue su poema. Para Caroline Lucretia Herschel:
Planetarium
Una mujer con forma de monstruo
un monstruo con forma de mujer
abundan en los cielos
una mujer «en la nieve
entre los Relojes e instrumentos
o midiendo el suelo con pértigas»
capaz de descubrir a sus 98 años
8 cometas
aquella sobre quien la luna gobernó
como en nosotras
levita hacia el nocturno cielo
surca distancias en los lentes pulidos
Galaxias de mujeres, cumpliendo ahí
penitencia por impulsivas
congelados nervios
en aquellos espacios de la mente
Un ojo
«viril, exacto y absolutamente seguro»
desde las confusas telarañas de Uranusbor
encuentra la NOVA
cada impulso de luz estalla
desde el centro
como se descarga nuestra vida
Tycho susurra al fin
«Que no parezca que he vivido en vano»
Lo que vemos, lo vemos
y ver es cambiar
la luz que marchita una montaña
y le permite a un hombre vivir
Los latidos del pulsar
el corazón exudando por mi cuerpo
El impulso de radio
que fluye desde Taurus
Estoy bombardeada aun así me yergo
Me he mantenido de pie toda la vida en medio
del curso directo de una batería de señales
el más fielmente transmitido el más
intraducible lenguaje en el universo
Soy una nube galáctea tan profunda tan intrincada
que una onda de luz demoraría 15
años viajando por mí
Y ha ocurrido
Soy un instrumento con forma
de mujer intentando traducir pulsaciones
a imágenes para aliviar el cuerpo
y reconstruir la mente.
(Versión de Myriam Díaz-Diocaretz)