Que “la cabra siempre tira al monte” es un refrán muy repetido. “La preferencia de este animal por los lugares accidentados y altos –explica el Centro Virtual Cervantes- sirve para indicar que cada uno obra con regularidad de acuerdo con su origen o naturaleza”. Y añade: “Se suele emplear con sentido peyorativo, para calificar negativamente las tendencias, a menudo heredadas, de la conducta de una persona.” Pero ni todas las cabras ni todas las personas siguen ese camino. Algunas son buenas y van… al cielo.
Aries y el Vellocino de Oro
La constelación de Aries (“el carnero” o Krios en griego y al-Hamal en árabe), situada cerca del cúmulo de estrellas de las Pléyades, fue la primera constelación zodiacal introducida en Grecia. Se trata del carnero que los romanos convirtieron en Aries, un animal cuya entrada en celo, conocida por los pastores griegos, coincidía con la llegada de la primavera (y las correspondientes tareas agrícolas), indicada en el cielo con el paso del Sol por esta constelación.
Hace 2.000 años, la posición del Sol en el cielo cuando llegaba la primavera (equinoccio) estaba en Aries, aunque el efecto de precesión ha trasladado actualmente esta posición a Pisces.
La estrella más brillante de esta constelación es α Arietis, en la cabeza del carnero, también conocida por su nombre árabe: Hamal (“el carnero”) o Elnath (“el que topa con los cuernos”), en este caso, traducción a su vez del griego. γ Arietis es una de las primeras estrellas dobles conocidas, descubierta accidentalmente por el científico inglés Robert Hooke en 1664 cuando buscaba un cometa. Esta constelación contiene, entre otras, la galaxia elíptica NGC 772.
Una leyenda mitológica relacionada con esta constelación cuenta que Ino, la segunda esposa de Atamante, rey de Tebas, convenció a su marido de que la fertilidad de la tierra sólo se recuperaría si sacrificaba en honor de Zeus a Frixo y a Hele. Éstos eran los dos hijos que Atamante había tenido de su anterior matrimonio con Néfele, a la que había repudiado. Pero Néfele, medio diosa hecha de nube, intervino enviando un hermoso carnero alado con piel de oro fino, regalo del dios Hermes, para que salvase a los niños llevándoselos por los aires. Desafortunadamente, la niña Hele cayó al mar de Mármara, que desde entonces se llama Helesponto (Mar de Hele), pero el niño Frixo llegó a la Cólquide. Allí, su rey, Eetes, le ofreció la mano de su hija Calcíope a cambio de la piel dorada del carnero. El animal fue ofrecido como sacrificio a Zeus, y su piel -el Vellocino de Oro-, que se colgó de un árbol consagrado al dios Ares, se convirtió en el objetivo de Jasón y los Argonautas.
Capricornio y la nodriza de Zeus
Capricornio (“los cuernos de la cabra” o Aigokereus en griego, y “el cabrito” al-Jady” en árabe) es la constelación menos visible del Zodíaco. Generalmente se la representa como una cabra con cola de pez, lo que puede deberse a que, en la antigüedad, el período de lluvias empezaba precisamente cuando el Sol entraba en esta constelación. Sin embargo, las lluvias duraban unos meses más. De ahí que las siguientes constelaciones -Acuario y los Peces- también recibieran nombres “húmedos” o de inspiración acuosa.
Las estrellas principales son α Capricorni, llamada Algiedi, que significa “el cabrito”, y la β Capricorni,, llamada Dabih, que significa “la estrella de la suerte”. Contiene el cúmulo globular M30 (NGC 7099).
Hace miles de años, el Sol alcanzó su posición más meridional en el cielo cuando estaba delante de Capricornio. Todavía se llama así, aunque ahora el Sol, como resultado de la precesión, está en Sagitario durante el solsticio de invierno.
Una leyenda griega atribuye el nombre de la constelación y su representación a la cabra Amaltea, que amamantó a Zeus niño y lo crió a escondidas de su padre, el voraz Crono. Cuando Amaltea murió, Zeus la entronizó en el cielo convirtiéndola en la constelación de Capricornio.
Según otra leyenda, el dios Pan se convirtió en una cabra montés para esconderse del gigantesco Tifón. Zeus, agradecido por la ayuda prestada en su lucha contra el monstruo, recompensó a Pan situándolo en los cielos.