Hace cincuenta años que llegué a Canarias para determinar si las cumbres de las Islas reunían las condiciones exigidas por la moerna astronomía para la observación con grandes telescopios. Y pronto me convencí, cuando acumulé varios años de prospección astronómica, que los cielos de Canarias eran excelentes, por lo que había que abrirlos a la comunidad científica internacional.
En la década de los setenta, astrónomos de varios países confirmaron con sus mediciones que tanto el Observatorio del Teide en Tenerife, como el Observatorio del Roque de los Muchachos en La Palma, tenían condiciones astronómicas excepcionales. Y durante largos años negociamos las condiciones para abrir nuestros observatorios, que se plasmaron en un tratado multinacional: el Acuerdo de Cooperación en Materia de Astrofísica y su Protocolo; mas los diferentes Convenios firmados con las instituciones usuarias de los observatorios.