Tras varios años de relativa calma, la lluvia de estrellas de las Leónidas, que tendrá lugar en la madrugada del 18 al 19 de noviembre, podría ser la más intensa de las próximas tres décadas.
Según los astrónomos, la Tierra atravesará esa madrugada una nube densa de partículas emitida en 1932 por el cometa progenitor de las Leónidas, llamado Tempel-Tuttle, dando lugar a una posible intensa lluvia de estrellas fugaces que se podrá observar desde Europa y desde las Islas Canarias. El máximo de actividad se alcanzará a las 4:45 hora canaria (una hora más en la Península) y durará cerca de media hora.
Según David Martínez, investigador del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC), “el estudio de las Leónidas este año permitirá obtener los perfiles de densidad de partículas en función del tiempo, para así poder compararlas con las predicciones de los modelos teóricos y predecir futuras tormentas”. Además, “se investiga la composición química de las partículas, y si éstas contienen elementos orgánicos, también los impactos de meteoros con la Luna y las condiciones físicas de la alta atmósfera de la Tierra”, añade Martínez. La importancia de estos estudios reside asimismo en que la composición química de las Leónidas está relacionada con la del cometa progenitor, y en que los cometas supuestamente están compuestos por la materia primigenia del Sistema Solar.
Aunque los modelos teóricos no permiten predecir con fiabilidad el número de estrellas fugaces que podrán contabilizarse, se prevé que superen en cantidad a los 150 meteoros/hora, aunque pudieran llegar a los 600. Además, la ausencia de la Luna en el firmamento este fin de semana ofrecerá unas condiciones óptimas para la observación, siempre que se realice desde un lugar alejado de la contaminación lumínica de los núcleos urbanos. Se espera observar estrellas fugaces en cualquier dirección del firmamento.
La lluvia de meteoros de las Leónidas se produce cada año en el mes de noviembre y es provocada cuando la Tierra cruza una zona del espacio en la que se encuentra numerosas nubes de partículas de polvo emitidas por el cometa Tempel-Tuttle durante sus diferentes pasos por el interior del Sistema Solar en los últimos siglos. Esas nubes son empujadas por la luz y el viento solar, que las dispersan después de algunos miles de años. Los meteoros, a pesar de que son pequeños, viajan a una velocidad de cientos de miles de kilómetros por hora. Por ello, cuando chocan con las capas altas de la atmósfera de la Tierra, generan una gran luminosidad, al transformar su energía cinética en calor, dando lugar al fenómeno tan llamativo que conocemos como “estrella fugaz”.
Esta lluvia, a pesar de ser anual, se manifiesta en forma de tormenta aproximadamente cada 33 años, cuando la actividad supera los 1.000 meteoros por hora.