Entrevista publicada en IAC Noticias. N° 1- 1994. Sección "A través del prisma"
Propuesto por el Instituto de Astrofísica de Canarias al «Premio Príncipe Asturias de Investigación Científica y Técnica 1989», el Prof. Guido Münch es el primer astrónomo que ha recibido este galardón. Su contribución a la Ciencia incluye tanto análisis teóricos y observacionales sobre la atmósfera del Sol y de las estrellas, como aplicaciones tecnológicas que resultaron decisivas en la exploración del espacio: programas Mariner, Viking y Pioneer. Actualmente, Guido Münch reside en Tenerife, atraído por el clima, el IAC y sus Observatorios, y asiste a Congresos como el recientemente celebrado en La Palma sobre «Formación Estelar Violenta», en calidad como él dice de «observador criticón», aunque su presencia fue una prueba de su esfuerzo permanente en la formación de jóvenes astrofísicos.
"La mayor parte de los descubrimientos científicos son como fruta madura, caen, no se buscan demasiado. El mérito esta en encontrar el árbol adecuado al que arrimarse".
Cuenta Guido Münch que al regresar a los Estados Unidos en los años 60, después de permanecer una temporada en su México natal, se volcó completamente en los programas de Exploración Planetaria. "Hubo -señala- dos trabajos de relevancia en el Programa Oficial: el primero fue un trabajo en el que hicimos una nueva determinación de la presión atmosférica en Marte. Fue cuando encontramos que el valor que hasta entonces se tenía como cierto para la presión superficial en Marte era diez veces mayor que el valor real. Ya entonces había planes bastante avanzados para llegar a Marte que esperaban encontrar una presión bastante mayor, con lo que nuestro trabajo, después de ser verificado, dio lugar a que se corrigiera ese valor.
Para instalar un orbitador y hacer una prueba en la superficie, para disponer de los medios de aterrizaje y para detalles como el tamaño del paracaídas o la cantidad de combustible necesaria para aterrizar, el valor de la presión era crítico. El valor de la temperatura superficial era también crítico para saber si los casquetes polares de Marte, descubiertos desde hacía mucho tiempo con telescopio, eran hielo de agua o de algo más. La otra posibilidad era que fuesen de hielo seco (temperatura muy baja). Eran parámetros que no se podían medir desde la Tierra. Pero con los viajes realizados pudo confirmarse la presencia de agua, aunque en cantidad mucho menor de la que se necesitaría para que los casquetes estuviesen constituidos por hielo. El valor que medimos para la humedad media era de una centésima de milímetro de agua precipitable, sin que la presión existente fuese suficiente para que hubiera agua en estado líquido en ningún lugar. Así es que el agua existe sólo en forma de hielo y se sublima directamente a estado de vapor, forma en la que se transporta de un polo a otro. Pero los mismos sobrevuelos de Marte revelaron la existencia de una serie de cuencas especialmente grandes que parecían cuencas hidrográficas y que sugerían que, en algún momento del pasado, debió de haber habido agua en la superficie en cantidad suficiente como para producir erosión".
El agua de Marte
«Todavía hoy en día no sabemos por qué desapareció el agua en Marte, ni tampoco por qué hay todavía un poco de agua", señala Guido Münch. "Ha habido al respecto sugerencias que son muy difíciles de probar, como que puede haber una capa de hielo permanente debajo de la superficie, del suelo de Marte, como el permafrost, que no se puede descubrir desde la superficie. Esa es una de las hipótesis que existen. Las futuras misiones a Marte realizarán perforaciones. La misión del Viking, que situó un orbitador alrededor de Marte, realizó trabajos de medición de la temperatura superficial, del vapor de agua, etc. Pero los más interesantes fueron los de búsqueda de vida, con laboratorios de biología y química. Los resultados fueron claramente negativos, no se encontraron ni moléculas orgánicas. La superficie de Marte aparecía mucho más oxidada que la de la Tierra en los dos lugares en los que se realizaron mediciones.
Pero eso no quiere decir que en general la superficie de Marte sea toda así. Desde entonces se han realizado algunos descubrimientos que han puesto de manifiesto que los resultados obtenidos con el Viking pueden no ser tan definitivos en contra de la existencia de vida como en un principio se creía. Dos han sido los descubrimientos claves: uno es el hallazgo en la Tierra de meteoritos que, por su trayectoria, estructura y composición, se cree que pudieran proceder de Marte. Los argumentos parecen ser bastante sólidos: en ellos se han encontrado compuestos orgánicos de alta complejidad como los que se encuentran en otros meteoritos que no vienen de Marte. Algunos meteoritos contienen compuestos orgánicos estables. Este es uno de los argumentos. El otro es más bien un descubrimiento desde la Tierra, y es la existencia de bacterias en depósitos de sal que tienen más de veinte millones de años, es decir, que han permanecido como cuerpos vivientes, de lo que se puede deducir que en Marte pudo haber vida, de la que tal vez se podrían encontrar si buscásemos en el lugar apropiado. Estos argumentos han dado fuerza para planear los próximos experimentos en Marte."
"La exploración en Marte -añade Guido Münch- ha sufrido recientemente un serio revés con el fracaso de la nave Mars Observer. Los planes a largo plazo de enviar una nave para estudiar el planeta in situ aún están bajo consideración y, por ello, sin embargo, será necesario repetir previamente una misión exploratoria como la de Mars Observer".
El calor de Júpiter
Ahí finalizó su trabajo sobre Marte; el otro trabajo contemplado en el Programa Oficial tenía relación con los planetas mayores, Júpiter y Saturno. "Consistió en determinar el agente físico que mantiene el calor dentro de Júpiter", explica. De Júpiter sabíamos que está predominantemente compuesto de hidrógeno, que tiene una fuente de calor interna débil, de modo que la temperatura aumenta a medida que disminuye la distancia al núcleo. Y se tiene idea, por mediciones desde la tierra, de la diferencia de la temperatura entre las distintas capas. Hasta entonces se creía que el proceso por el que se mantenía ese gradiente de temperatura en la atmósfera era sólo por convección, pero la convección sola no es suficiente. Por eso, lo que hice fue darme cuenta de que el hidrógeno molecular puede tener una fuente de opacidad del infrarrojo. No fue mi descubrimiento, naturalmente. Este proceso se denomina técnicamente «absorción de hidrógeno molecular inducida por presión», el hidrógeno molecular a presiones bajas es completamente transparente, pero a presiones altas (en el laboratorio se estudian a miles de atmósferas de presión), se deforma, esencialmente porque las moléculas están casi en contacto unas con otras, la falta de simetría en la molécula la hace opaca. Hicimos unos cálculos que parecieron funcionar, justo en el momento adecuado para proponer un experimento en dos de las naves que se enviaron a Júpiter, en los Pioneer X y XI. Así es que propusimos eso, y el mismo grupo que trabajábamos en Marte hicimos un experimento para medir el infrarrojo, la temperatura y un poco de información espectral para probar que debía ser el efecto de absorción del hidrógeno."
Este experimento supuso una satisfacción mayor para Guido Münch, puesto que se trataba más bien de una predicción basada fundamentalmente en la teoría. "Las naves que fueron a Júpiter eran entonces muy pequeñas. Hicimos un experimento mediante un telescopio de 10 cm; toda la electrónica, todos los aparatos del experimento pesaban sólo cuatro libras media (2,5 kg). Lo notable fue que funcionó. Estar en una nave es mucho más excitante que hacer astronomía desde el suelo. Por ejemplo, uno de los momentos más emocionantes que pasamos fue cuando el Pioneer con el radiómetro entró en Júpiter. Voy a explicar un poco en qué consistió. Como el canal de telecomunicaciones que teníamos era muy restringido, lo que veíamos era un punto fijo, porque el telescopio estaba fijo, no se movía por la superficie del planeta. De modo que podíamos ver un sector de un máximo de 90 grados. Pero como cambiaba el aspecto de Júpiter con respecto a la nave, la rotación de la nave se mantenía constante, había que cambiar la ventana, la fracción de período donde íbamos a ver el planeta, y es que había un pequeño reloj que adelantaba o retrasaba la lectura. La nave entró, pasó cerca del ecuador y entonces no se recibía señal. Permaneció ocultado como media hora. Era el período donde se encontraba más cerca del planeta, y todos temíamos que los experimentos fueran a fallar, porque sabemos que Júpiter está rodeado de radiaciones de partículas, como las que hay en la Tierra, pero mucho más intensas y cercanas a la superficie. Cuando salió la nave de la sombra, deberíamos haber empezado a recibir nuestra información de la telemetría, y en principio no había nada, estaba muerto, cundió el pánico. Pero lo que había pasado era que, por el efecto de la radiación intensa del planeta, el experimento había cambiado completamente su orientación, con lo cual tuvimos que enviar una orden para buscarlo, pero el comando a Júpiter llevaba cuarenta minutos, de modo que perdimos cuarenta minutos de datos hasta que lo encontramos. Fue un experimento realmente emocionante."
Burocracia espacial
Tras el experimento de Júpiter, se prosiguió con Saturno. Guido Münch y sus colaboradores llegaron a medir la temperatura de este planeta y su hidrógeno molecular, "pero Saturno aparecía ya demasiado débil, con lo que los datos eran menos fiables", advierte este investigador. "Y cuando este proyecto se terminó, ya el siguiente había empezado. Era el año 1973, y el papeleo ya se había vuelto una pesadilla en estos experimentos relativamente sencillos como el de Pioneer. Para dar una idea de cómo eran las cosas, si el radiómetro del Pioneer pesaba unas cuatro libras y media, la documentación de ese instrumento pesaba una tonelada. Cuando lo mandamos a Cabo Cañaveral para el lanzamiento, cargamos un camión literalmente con una tonelada de papeles. Tal vez hice mal, no sé todavía, pero decidimos no hacer una propuesta para los experimentos del Voyager, decidimos no proponer el experimento. De habernos metido en el experimento del Voyager, nos habría costado diez o doce años de trabajo, y ya en ese entonces yo no hacía más que papeleo."
Los "cuentos chinos"
Guido Münch considera que los temas más importantes actualmente en Astronomía, donde se centra el interés de los científicos, giran en torno a dos paradigmas. "Uno diría yo que es el Big Bang, porque realmente la evidencia que tenemos no es completamente unívoca. Es una hipótesis que tiene todavía muchas lagunas que llenar y verificar. Por lo que se refiere a la estructura a más gran escala, nuestra descripción del Universo a gran escala está aún incompleta, todavía no conocemos su curvatura. Esto también está relacionado con la materia oscura, que es más 'cuento chino' todavía que lo anterior. Lo de la materia oscura es un intento de resolver problemas que no tienen otra solución que postular algo mucho más fuerte que lo que queremos explicar."
Agujeros negros
"El otro gran grupo -añade este científico- sería el de los agujeros negros. Convincentemente nadie ha visto ninguno, aunque todo el mundo los quiere ver por todos lados. No conozco bien todos los argumentos, pero aunque se encontrara uno, no sería la solución, porque no vamos a encontrar cientos, y en todos lados. Recientemente he estado leyendo que supuestamente toda la actividad de las galaxias activas tiene su origen en un agujero negro, y para mantener este agujero negro funcionando hay que alimentarlo de vez en cuando. Hay esquemas bastante ingeniosos y detallados sobre cómo transferir masa a un agujero negro para mantener o renovar la actividad y poder explicar la variabilidad de los cuásares y objetos similares, pero nadie ha sugerido cómo se formó el primer agujero negro."
El papel que la tecnología puede jugar en todos estos paradigmas es algo que, a juicio de Guido Münch, resulta muy difícil de responder. "Naturalmente, la tecnología de los grandes telescopios y de los que se espera que salgan en el futuro va a contribuir, pero no sé si alguien tiene una idea segura de qué es lo que se quiere buscar."
El halo galáctico
"Lo que estoy haciendo ahora es tratar de terminar lo que ya tengo empezado. Son estudios acerca de la estructura del halo galáctico, específicamente de la componente del gas interestelar. Para hacer las observaciones de emisión del cielo galáctico extendidas construí un espectrómetro especial que puse en un contenedor, era un instrumento delicado, de nada más que seis pulgadas de abertura con un espectrómetro muy grande detrás. Originalmente instalé el espectrómetro en un contenedor de los que se usan para transportes marítimos, con la esperanza de que algún día pudiera trasladarlo al hemisferio Sur (Chile), que es donde se necesita. Empecé en 1981, pero nunca llegué a terminarlo porque se me acabó el tiempo antes de poder hacerlo, aunque creo que alguien lo va a hacer en Chile de cualquier manera. El proyecto tuvo mala suerte. Por ejemplo, cuando vi que necesitaba mi presencia en Almería para sacarlo adelante, me puse en contacto con Heidelberg y me dijeron que le había caído un rayo al contenedor y que había fundido toda la electrónica; eso me costó más de un año de espera."
Desarrollo del IAC
"Como centro me parece que ha realizado un trabajo notable para llegar a su situación actual, viendo cómo estaba hace diez años, no sólo el IAC, sino la Astronomía en España en general. El que me haya venido aquí ha sido en parte inspirado por el hecho de que no me gustaba vivir en Alemania (no me gusta el clima) y en parte, naturalmente, también por la presencia del Instituto. Si no estuviera el IAC, no tendría posibilidad de hablar de Astronomía, de tener acceso a una biblioteca o a un ordenador."
Falta de formación
"A pesar de que el número de astrónomos que se produce hoy en día os muy grande, no es fácil distinguir alguno entre ellos que pudiera ser sobresaliente. Tal vez sea debido a un problema de formación. El esfuerzo realizado para conseguir material humano para sacar provecho a toda la inversión realizada en todos estos 'cacharros', no se ha hecho en formación, que debería empezar desde lo enseñanza primaria.
En cuanto al sistema educativo en España, me parece que es demasiado condensado, se obliga al estudiante a asistir a una cantidad increíble de cursos, una hora tras otra. Es absolutamente imposible que los estudiantes puedan asimilarlo todo."
La capacidad de la mente humana
"En cuanto a la capacidad de la mente humana para conocer el Universo, yo creo que la descripción del Universo físico debe ser en principio posible, para eso tenemos los medios intelectuales. Podemos tener una concepción más o menos completa de todo lo que está a nuestro alcance si se puede entender en términos de leyes relativamente simples, cuya base está en los experimentos de laboratorio".
La buena suerte
Era el 1 de enero de 1961. En el Observatorio de Monte Palomar, en California, el tiempo de observación se dividía entre 'tiempo oscuro' y 'tiempo de luna', y a Guido Münch siempre le asignaban este último. Ese día hubo una tormenta de nieve, hielo y agua, de modo que quien estaba asignado para observar renunció a hacerlo. Guido, quizá movido por la intuición, le llamó por teléfono para que le cediera la noche, y el observador de turno, ante la inclemencia del tiempo, se la cedió. Y con tan buena suerte que, a medianoche, se despejó y sola unas pocas horas después -serían las cinco y media, recuerda Guido-, descubrió lo que muchos científicos por entonces andaban buscando: las líneas de emisión carca del núcleo de la nebulosa de Andrómeda.
El descubrimiento de la estructura espiral de nuestra galaxia también fue, según el propio Guido Münch, en cierto modo fortuita. "Se necesitaba alta resolución espectral y observaciones de una región del cielo que no era accesible para otros telescopios con el equipo adecuado. Si lo hice fue porque Palomar disponía del primer telescopio con un espectrógrafo grande de alta resolución que tenía acceso a la Vía Láctea en su parte más al norte; era el telescopio de 5 m, pero se podría haber hecho perfectamente con el de 2,5 m, si hubiera ido hasta el polo norte. Fue cuestión de tener el instrumento más apropiado en aquella ocasión."
Además de un indudable mérito profesional, la suerte parece haber acompañado siempre al Prof. Guido Münch, quien está convencido de que su trayectoria científica se ha visto favorecida en todo momento por las circunstancias. Yo no diría -concluye- que es sólo cuestión de suerte, mala o buena. Es sólo el hecho de estar cierto tiempo, de encontrarse en ciertas condiciones en un tiempo dado, de encontrarse con una persona determinada, o de que toda la ciencia esté en un estado tal que es el apropiado para hacer tal investigación. La mayor parte de los descubrimientos científicos son como fruta madura, caen, no se buscan demasiado. El mérito está en encontrar el árbol adecuado al que arrimarse."
Un Premio «Príncipe de Asturias»
Nació el 9 de junio de 1921, en San Cristóbal de las Casas, un pueblo de Chiapas, al sur de México, conocido en la actualidad por el reciente levantamiento armado de indígenas «zapatistas». De madre mexicana y nieto de emigrante alemán -de ahí su nombre y apellido, respectivamente-, Guido Münch es, sin embargo, ciudadano norteamericano, su única nacionalidad desde 1957. Le gusta la música clásica, toca la guitarra y, hasta hace poco tiempo, montaba a caballo de vez en cuando.
Su primera intención fue estudiar Ingeniería en la Universidad Nacional Autónoma de México (1938-43), pero los cursos de los primeros años de carrera le resultaron aburridos. Afortunadamente, la cercanía de la Escuela de Matemáticas cambió su destino e hizo posible que conociera a muchos profesores extranjeros que dieron clases en México durante la Segunda Guerra Mundial. De este contacto surgió la primera idea de ir a Estados Unidos, a estudiar Matemáticas. Pero fue en el verano de 1942 cuando surgió la posibilidad de hacerlo realmente al aceptar un puesto vacante de asistente de telescopio en el Observatorio McDonald de Texas y establecer contacto con el Premio Nobel Chandrasekhar en el Observatorio de Yerkes (Chicago).
«Entonces yo era ayudante de Cálculo en el Observatorio Astronómico de México y aún no estaba interesado en la Astronomía, pero me pagaban un sueldo con el que podía sobrevivir». Durante su estancia en Texas, los astrónomos que iban al Observatorio -que eran pocos en época de guerra- le sugirieron que debía estudiar Astronomía, y en Yerkes, seis meses después, asistió a algunas clases como oyente.
Tras una breve estancia en México, regresó a Estados Unidos donde consiguió una beca americana para estudiantes latinoamericanos (1943-46). Esta beca resolvía sus problemas con el visado y le permitía doctorarse en Astronomía y Astrofísica por la Universidad de Chicago en 1946, bajo la dirección de Chandrasekhar y con un trabajo sobre el espectro del Sol. Tras otra breve estancia en el Observatorio Astronómico Nacional de México, Guido Münch fue invitado por el Premio Nobel a trabajar con él en Yerkes, primero como Instructor (1947-49) y después como Profesor Asistente (1950-51).
En 1951, le ofrecieron un puesto en California, en el Observatorio de Lick, que le descorazonó un poco porque tenía que vivir en la montaña. «Todo el personal vivía en la montaña, lo que tenía su razón de ser, puesto que el camino no era bueno, era un camino difícil, que no se podía bajar y subir el mismo día que se observaba. No estaba yo muy entusiasmado por el puesto». Aun así lo aceptó, pero un día bajó a California del Sur para conocer los Observatorios de Monte Wilson y Monte Palomar, y mientras se encontraba allí de visita le ofrecieron un puesto que aceptó sin dudarlo. «No había comparación con el Observatorio de arriba, el de abajo era más agradable. Y me quedé en Palomar, como astrónomo y profesor en el Instituto Tecnológico de California (CALTECH). Pero tenía acceso a los telescopios, gradualmente me fui olvidando de la teoría que hacía yo antes y me dediqué completamente a las observaciones. Era una época muy interesante, porque el telescopio de cinco metros se había terminado en el año 49 y aún estaba 'desnudo' cuando se inauguró, hasta cinco o seis años después. Así es que yo estuve allí desde el principio». Tras este período (1951-1977), en el que llegó a ser Profesor Titular en CALTECH, además de Profesor Visitante en la Universidad de Harvard en 1957, se le presentó la oportunidad de tomarse un año de licencia en Alemania, con becas Gugenheim y de la Fundación Fullbright, para trabajar en el Instituto Max-Planck de Astronomía de Heidelberg. Sin embargo, en Alemania permaneció varios años, co-dirigiendo el Instituto, del que depende el Centro Hispano-Alemán de CalarAlto (Almería). En 1986, y ya con 65 años, se traslada a Almería para participar en un programa de observación del cometa Halley. Allí reside hasta 1991, año en que decide afincarse en Tenerife, donde este Premio "Príncipe de Asturias" vive y sigue haciendo investigación en la actualidad.
Enlace a la noticia sobre su fallecimiento: https://www.iac.es/en/outreach/news/fallece-el-astronomo-guido-munch-un-gran-amigo-del-iac